Érase una vez un niño llamado Steve, que tenía 12 años y que era
muy aventurero.
Un buen día le dijo a su madre:
- ¿Mamá, puedo ir al bosque?
A lo que la madre contestó:
- Bueeeno, vale, pero ten cuidado.
Steve se puso tan contento que salió corriendo de la habitación y
se resbaló pero se levantó al instante. A las 17:00 estaba
saliendo de la ciudad para adentrarse en el bosque.
Cuando llegó al bosque vio un árbol con un agujero realmente
extraño, salió corriendo en esa dirección y se tropezó. Cuando se
levantó, como veía un poco mal por la caída, lo primero que vio
fue una flecha justo enfrente de él. Después ya vio claramente la
figura de alguien muy alto y con orejas picudas, entonces supo que
era un elfo.
Los elfos desconfían de los humanos, por eso al principio tenía
mala cara pero después fue más amigable. Hablaron un rato y el elfo
le dijo a Steve que se llamaba Willy y que tenía 112 años. Con lo
de los años Steve se asustó, pero Willy le explicó que los elfos
eran longevos.
Cuando se fueron del bosque Willy dijo:
- Oye, vamos a “la Roca de los lobos” que es muy divertido.
En el camino se encontraron con muchos lobos, pero no les atacaron.
Cuando llegaron, una fuerza extraña entró en el cuerpo de Willy y
de Steve, pero a Steve le pareció a Willy no le extrañaba.
De repente, Steve se vio dentro del cuerpo de un gran lobo y en el
lugar en el que estaba Willy vio un gran lobo también.
Desde ese día, en la manada de “la Roca de los lobos” hay dos
lobos más.
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