Había una vez una
niña llamada Ángela que creía demasiado en la fantasía.
Se imaginaba que
algún día podría volar mágicamente; se imaginaba que había un
concurso de brujas y, sin que sus padres se enteraran, participaba
pero como según ella era la única humana, las brujas no deberían
saber que ella no era bruja y ese concurso duraba 10 años. En el
concurso participaban en: ver quién se vestía antes, quién salía
antes del garaje, quién ponía antes la mesa… pero ella se
imaginaba que las brujas estaban a su lado.
Lo que más se
imaginaba y más le gustaría ser era un vampiro. Siendo un vampiro
bueno podría volar, hacer magia, transformarse en murciélago…
Hasta que un sueño le hizo tener dudas.
Un día, como
habitualmente, se fue a dormir a las 8:00 de la noche, porque según ella cuando más pronto se acostaba, más fantasía tendría.
En el sueño que
tuvo esa noche, se convirtió en un vampiro que podía volar,
convertirse en murciélago… y no paraba de repetir:
- ¡Es el mejor
sueño que he tenido en mi vida!
En ese sueño era
como la reina vampira de ese sitio y por eso decidió ir a dar un
paseo por su pueblo. Allí vio a algunos de sus mejores sueños: un
perro que hablaba, sus peores enemigos en la cárcel, sus amigas y
amigos a su disposición, tenía mayordomos…
Estaba totalmente
sorprendida cuando vio un bosque con una cosa nada parecida a las que
había por allí, así que decidió ir a ver. Cuando estaba a punto
de entrar a la casa, en la puerta le apareció un hada, pero sin alas
y más pequeña que le dijo:
- Yo te sugiero que
no entres aquí, pero en caso de que entres, recuerda siempre esto:
la fantasía siempre te acompaña.
Y el hada enanita
desapareció.
Ángela se quedó
súper extrañada, pero a pesar de eso entró. La casa estaba un poco
oscura y bastante desordenada. Vio los cuartos uno por uno, hasta
llegar a una habitación súper oscura. Cuando entró vio algo que se
movía y se daba la vuelta.
- ¡Aaaaaaaah!
—gritó Ángela.
Vio un cuerpo muy
viejo y gordo, con un montón de arrugas. Ángela gritó y gritó una
y otra vez. El hombre viejo dijo:
- Nunca creas en la
fantasía o te pasará lo que a mí: serás vieja, con un montón de
arrugas, no tendrá luz y por querer ser algo que no es normal, ¡te
puedes morir! ¡Céntrate, la fantasía no existe, has malgastado tu
vida!
Nada más terminar
el anciano, Ángela se despertó. No se lo podía creer, nunca había
tenido un sueño así. Pensó y pensó, pero a pesar de que pensaba
no sabía qué hacer. Cuando estaba a punto de arrepentirse y dejar
de creer en la fantasía, se acordó de lo que le había dicho el
hada y volvió a pensar:
- Tampoco hace falta
dejar de creer en la fantasía y tampoco hace falta volverse loco por
la fantasía. Voy a creer en la fantasía, pero también me voy a
centrar en mis estudios.
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