martes, 6 de mayo de 2014

Relato "Respirar el aire que respiras" de Narciso Romero (Certamen VI Aniversario)

Todavía era de noche, no había amanecido, se dio la vuelta e intentó volver a quedarse dormida, la cabeza iba muy rápida, entrando en caída libre con doble looping. Ya no se asustaba le había pasado demasiadas veces y estaba acostumbrada a esa sensación en el pecho que le oprimía y casi no le dejaba respirar. Solamente había una cosa que le calmaba, leer ese trozo de papel ajado por el tiempo de hoja gris y arrugada, medio roto por donde se doblaba, siempre en contacto con su piel, siempre al lado de su corazón, para que no se lo quitaran. Era lo que le mantenía aquí en el lado de los vivos. También le ayudaba esas visitas cada vez más espaciadas de sus hijas, tuvo tres, ahora estaban muy ocupadas, porque ninguna iba desde hacía demasiados meses. Pero le daba igual tenía sus versos, tenía el amor pasado que le daba fuerzas desde el otro lado.

Ya no recordaba el año en el que todo empezó, su cabeza le fallaba cada día más y ella se aferraba a sus recuerdos de esa segunda juventud que vivió en el inicio de esa etapa de la vida que fluye entre la madurez y la primera vejez. Recordaba ese tiempo con añoranza y nostalgia, a expensas de saber que ya nada sería igual.

Se levantó de madrugada, iba de un lado para otro pensando que algo iba a ocurrir. Leyó nuevamente el verso que le había dedicado su amado. ¡Cuántas lecturas de ese papel ya arrugado por el uso, o mejor por el abuso casi obsesivo!, ¡Cuántos recuerdos agolpados en su cabeza queriendo salir de manera atropellada!

Ella se volvió a levantar de madrugada, iba de un lado para otro pensando que algo iba a ocurrir. Leyó nuevamente el verso que le había dedicado su amado. ¡Cuántas lecturas de ese papel ya arrugado por el uso, o mejor por el abuso casi obsesivo! ¡Cuántos recuerdos agolpados en su cabeza queriendo salir de manera atropellada!

Otra vez más, como casi todos los días, se levantó de madrugada, iba de un lado para otro pensando que algo iba a ocurrir. Leyó nuevamente el verso que le había dedicado su amado. ¡Cuántas lecturas de ese papel ya arrugado por el uso, o mejor por el abuso casi obsesivo! ¡Cuántos recuerdos agolpados en su cabeza queriendo salir de manera atropellada!

Hoy era el día, lo sabía iba a encontrarse con él, su tiempo marcaba el final, el reloj se quedó sin cuerda porque nadie le daba vueltas, porque nadie se acordaba de esa viejecita simpática que contaba cuentos a cualquiera que se le acercara. Pero estaba contenta hoy le volvería a ver, hoy lo sentiría dentro de su ser y se fundirían en un abrazo reconfortante hasta el final de la eternidad.

Olga, la enfermera, la encontró, se quedó pálida, supo al mirarla que había fallecido y que ya nadie le contaría historias de esa época pasada, le dio mucha pena. Al ir hacia la cama vio un papel arrugado en el suelo y lo cogió. Al desdoblarlo encontró un poema fechado en enero del 2014, era de hacía más de cuarenta años. Pensó que ella todavía no había nacido. Lo guardó para recitarlo el día del sepelio para de esa manera homenajear a su gran amiga, a esa persona que ejerció de la abuela que nunca tuvo.

Tu tu tu siempre tu,
como no respirar el aire que exhalas,
como no ver con tu mirada,
como no beber del manantial que tu bebes
si tu sonrisa me dice ven no te vayas


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