jueves, 8 de mayo de 2014

Relato "Declaración de Leroy S. Wallace" de Salvador Bellver (Certamen VI Aniversario)


Policía de San Diego (California) – 11/03/1953 18:30 Declaración de Leroy S.Wallace

“Llegué al taller como todos los días, a las seis en punto de la mañana. Me sorprendió que la puerta metálica ya estuviera levantada. Ronnie nunca llegaba antes del medio día. El tipo estaba allí, aguardando en el interior. ¿Larry?, me preguntó. Yo le había dicho a Ronnie que me llamaba Larry cuando me contrató para trabajar en el taller. De eso hacía cinco años. Yo soy, le respondí. Pasa, me dijo él y me señaló el cuchitril que Ronnie usaba como despacho. Él pasó primero y yo después. Se sentó detrás de la mesa, donde lo hacía Ronnie para revisar las jodidas facturas. Yo me senté del otro lado, donde las visitas. El tipo tenía aspecto de dandy de tres al cuarto. Llevaba un traje de rayas cruzado y un pañuelo asomando en el bolsillo superior de la chaqueta. Olía a perfume barato. ¿Dónde está Ronnie?, le pregunté. Este taller ya no es de Ronnie, me respondió mientras encendía un Camel. Ahora es mío, se lo gané anoche en una partida de pocker, dijo. Lo miré de arriba abajo. Recorriendo el país sin tener un maldito lugar donde caerme muerto hasta que Ronnie me ofreció el empleo, me había topado con centenares de tipos como aquel: jugadores de pocker profesionales que viajaban de pueblo en pueblo desplumando paletos. Así que ahora trabajas para mí, dijo el tipo después. ¿Cuánto te pagaba Ronnie?, me preguntó. Le dije lo que me pagaba. Conmigo ganarás un montón de pasta, amigo, me dijo. Tenía una sonrisa mezquina. No me digas, amigo, dije. ¿Y cómo vas a conseguir eso, amigo? Coches robados, contestó. Yo los conseguiré, tú los pintarás de otro color, y luego me encargaré de colocárselos a los panolis. ¿Te interesa? Claro que sí, le dije sin dudar. Se levantó y rodeó la mesa. Me tendió la mano para que se la estrechara. ¿Trato hecho?, me preguntó. Me levanté. Trato hecho, amigo, respondí y le di un fuerte apretón de manos. Entonces, aproveché para darle un cabezazo y romperle la nariz. Empezó a sangrar como una gallina decapitada. Se inclinó hacia delante y agarrándolo de las solapas del bonito traje lo embestí contra el pico de la mesa y le reventé el ojo izquierdo. De un codazo en la nuca lo derribé. En el suelo lo estuve pateando a gusto; cabeza, estómago, riñones. Se encharcó de sangre y vómito. El tipo boqueaba como un pez recién sacado del agua. Arrastré aquel fardo hasta el viejo Buick y lo metí en el maletero. Luego conduje hasta el río Tijuana. Habíamos tenido inundaciones y las aguas bajaban turbias arrastrando escoria. Vi pasar flotando sobre la corriente un caballo hinchado. Dejé caer al tipo en aquella mierda. No estoy seguro de si todavía respiraba. Después regresé al taller. Limpié toda la porquería y llamé a Ronnie. Tardó en contestar. Cuando cogió el teléfono, le dije: oye, Ronnie, ha venido un tipo por aquí. Dice que anoche te ganó el taller en una partida. Te lo devuelve. Se ha largado a L.A., parece que la ha salido un buen negocio allí.y ya no le interesa esta pocilga. Luego, me metí debajo del Chevrolet del señor Harper y eso es todo.” 

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