viernes, 13 de marzo de 2015

“Chicas felizmente casadas”, de Edna O’Brien

"Hace poco nos lamentábamos Kate Brady y yo, mientras tomábamos unos tristes gin fizz en un bar del centro de Londres, de que nada nunca iría a mejor en nuestras vidas, de que moriríamos en el mismo estado en que nos encontrábamos: bien alimentadas, casadas, insatisfechas."


Así comienza esta novela de Edna O'Brien, que Errata Naturae ha publicado en una hermosa edición. Quienes han seguido a las dos protagonistas desde pequeñas entenderán que, aunque esta sea la reseña del último libro de la trilogía, recomendemos la lectura de los tres libros (Las chicas de campo, La chica de ojos verdes y Chicas felizmente casadas), a pesar de que pueden ser leídas cada una de ellas de manera independiente y provocar la misma agitación de los sentidos.

Chicas felizmente casadas” cuenta la historia de dos amigas: Kate, dulce y soñadora; y Baba, impulsiva y práctica. Ambas en busca de un sueño lejos de su tierra natal; una Irlanda católica e hipócrita. Kate y Baba buscan sus sueños en Londres, ciudad a la que siempre han aspirado, pues es la ciudad en la que creen que encontrarán el amor y la libertad. Ya no son las chicas de campo, o tal vez aún si, es algo que nos toca descubrir a lo largo de la novela.

Detrás de cada una de las protagonistas encontramos una forma diferente de ver la vida, una vida que las trata con desprecio; tal vez sean ambas dos caras de la misma persona, la autora, que también vino de un pueblo irlandés. O quizá solo sea que el ying y el yang no pueden existir si no están juntos.

Kate, la chica de ojos tristes, está casada con el amor de su vida, su primer amor, con quien tiene un hijo; mientras Baba espera que llegue el hombre que le dé la posición social que ansía (“[…] repasando el año y medio que llevaba en Londres, los hombres que había conocido en ese tiempo y el hartazgo que me producía tener que mantener los tacones y la cara impecables para cuando llegara el Don Perfecto que se suponía que tenía que llegar algún día.") y acaba siendo la esposa de un nuevo rico que le ofrece todas las comodidades con las que siempre soñó.

Entonces… ¿por qué se supone que están tan insatisfechas si al final han conseguido aquello que más deseaban? Parece que las utopías de la infancia debieran de quedarse ahí, porque la vida da muchas más vueltas de lo que imaginamos, y no siempre la libertad y el amor viajan en el mismo tren. La madurez puede convertirse en una rutina de inestabilidades, el matrimonio en una cárcel en la que es difícil convivir, la maternidad en una experiencia dolorosa. E irte del pueblo no es sinónimo de dejar atrás el machismo de una sociedad para la cual las mujeres valen mucho menos que lo hombres, algo que se refleja en la vulnerabilidad de la protagonistas frente a su propia vida.

A través de las emociones que nos despiertan Kate y Baba, del humor (sarcasmo en algunas ocasiones, pues la voz de Baba es mordaz) con el que la autora denuncia el comportamiento de la sociedad londinense de los años 60, de la sencillez con la que se narra esta historia, nos adentramos en el sufrimiento y la desdicha de dos mujeres que quizá no buscaban en el lugar indicado.

¿Creéis que al final se cansarán de buscar o que encontrarán aquello que las pueda hacer felices?

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